jueves, 25 de septiembre de 2014

Entrevistada en ViveLibro: "Palabras Mayores” es como una "novela de cuentos"

A continuación, trascribo la entrevista que la editorial ViveLibro ha publicado hoy en su blog.

Enamorada de los libros, la lectura y, sobre todo, admiradora de la tradición oral. Que a Carmen Montalbán le apasiona escribir lo demuestran sus tres obras, la última -'Palabras Mayores' (viveLibro), es un paseo por la tradición, por aquellos cuentos, historias y dichos que se han ido transmitiendo de generación en generación. Os dejamos con la entrevista a nuestra autora donde nos descubre algunos secretos de su obra 'Palabras Mayores'.



Foto: Alfredo Zazo

ViveLibro (V): ¿Qué has querido transmitir con tu libro Palabras Mayores?
Carmen Montalbán (CM): En cada capítulo de “Palabras mayores” he intentado narrar la historia que hay detrás de algún dicho (dichos que hablan de los dichos y de las maneras de decir las cosas). Muchos son los cuentos que se han escrito basados en la tradición oral; sin embargo, los capítulos de mi libro, aunque puedan parecer relatos independientes, forman parte, finalmente, de una historia conjunta, esta novela. 'Palabras mayores' es algo así como una… “novela de cuentos”.

V: ¿Qué idea quieres que se quede el lector cuando acabe de leer tu libro?
CM: Me gustaría que se hubiera divertido mucho; que presintiera los dos ambientes que he intentado crear (el legendario y el moderno); el eco sumergido de las cosas antiguas en la actualidad; la voz de cada uno de los narradores; el placer de ir descubriendo quién mató a quién y de qué manera…

V: ¿Qué quieres destacar de los personajes de tu libro?
CM: Que ninguno es inocente. En casi todos los capítulos el narrador es el culpable de la muerte de alguien. Su víctima será el asesino-narrador del capítulo siguiente y tendrá una víctima distinta. Todos tienen su piedra en la mano. He hundido Aguado para esconder cadáveres… Es la razón fundamental del título. El dicho “Eso sí que son palabras mayores” se emplea para
 dar a entender que lo que se acaba de decir es más grave e importante de lo que parece; más profundo, más oculto...

V: ¿Y cuáles son los móviles de sus crímenes?
CM: Ahí está lo bueno: las palabras… Esperanza Aguado quiere una denominación para sus vinos; Olalla la Chichimeca, un apellido para su hija; Diego Caracol, un nombre
 para “el Otro”; Pero Grullo, alguien con quien hablar, aunque él únicamente diga perogrulladas…

V: ¿Cuál de esos personajes es tu favorito?
CM: Estoy enamorada de México, así que me quedo con las dos mexicanas que vienen a España la víspera de San Juan, a empezar una vida nueva. Me gusta, especialmente, la madre, Olalla la Chichimeca. Es la más femenina de todas, pero también la más vitalista y enérgica… 

V: Es tu tercer libro, ¿Con cuál de los tres te quedas?
CM: Todos han tenido su momento. Sacar 'La casa del manzano', el primero, fue una sensación maravillosa; por ser el primero y por ser “primeriza” yo. El segundo fue la primera historia juvenil (para todos los públicos) que escribí, y estuvo ligado a un maravilloso viaje al Sahara. Me sorprende, en relación con el primero, la larga vida que ha tenido y que sigue teniendo. Todavía me lo piden en algunos colegios
 para estudiar el Alzheimer, las relaciones intergeneracionales, el pueblo saharaui, los valores… Además, me encanta el libro que logró Kalandraka, es precioso (gracias especialmente a las ilustraciones de Pilar Millán). Una delicia. Pero 'Palabras mayores' es mi último libro editado; el “bebé”, y estoy muy orgullosa de él. Así pues, lo mimo más y soy con él más protectora que con los anteriores. … Es lo que suele pasar al principio; luego, todas tus obras merecen el mismo respeto y centras la atención en proyectos futuros… Ley de vida, supongo.

V: ¿Por qué cuentas historias, Carmen?
CM: Cuento historias porque sentí la tensión de las voces de los mayores que me contaron historias a mí y a otros niños y niñas de mi pueblo. Porque vi el brillo de los ojos de mis amigos, mientras los ancianos nos narraban sus “batallas” de viva voz. Les oí hablar, y decidí que yo quería estar en el lado de los que narran, intentando causar (en mi caso, por escrito) el mismo efecto… Desde entonces, tampoco yo puedo callarme… ni debajo de agua… Y no me refiero a hablar en público (eso se me da fatal), sino en el papel.

V: ¿Por eso escribes, Carmen?
CM: Bueno, sí… y por la magia. Recuerdo que una vez, de niña, al inicio
 de algún curso de EGB, me pidieron en la escuela una redacción para el día siguiente. Mis vacaciones. Dos folios. En la vida me había visto en tal aprieto. Conseguí que mi hermana mayor la hiciera por mí; supongo que pagando un alto precio (hacer camas o fregar platos). De pie, frente a mi pupitre, leí en voz alta lo que me habían escrito. Hablaba de una maleta de cartón que había sobre mi armario y describía sus esquinas desconchadas. Estuve a punto de aplaudirme a mí misma mientras leía… A mi hermana. Estaba impresionada con la corporeidad de mi maleta. Porque, que yo supiera, nunca la había tenido… ¿O sí? Llegué a dudarlo. Cuando llegué a mi casa, me sorprendió que la maleta no estuviera encima del armario. Pero ya era mía… Desde entonces viajo sin salir de casa (con sólo abrir un libro)… Y “fabrico maletas” (esto último es metáfora). 

V: ¿No es un riesgo, hoy en día, escribir una historia que, sin ser histórica, emplee frases que salen de leyendas antiguas? 
CM: Si el autor lo hace bien, la literatura siempre huele a nuevo… Salvo que se pretenda lo contrario, claro. Creo que el escritor tiene que jugar con la realidad para que esa realidad, por gastada que esté, no parezca un trasto viejo. Ese es el poder de una maleta mágica: resplandece más con las esquinas rotas... El protagonista de una narración puede
 haberse levantado en el mismo sitio y a la misma hora de todos los días; puede buscar sus zapatillas debajo de la misma cama de siempre, pero lo hará de forma que no aburra al lector con su rutina. Si el lector se identifica con él, le ayudará a buscar sus zapatillas. Se pondrá en su lugar y empezará a tantear en las baldosas, pero temiendo que no encontrará un zapato, sino un agazapado cocodrilo. Ese ha sido mi hándicap en 'Palabras mayores': encontrar cocodrilos al acecho, serpenteando en las aguas del Aguado.

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