La firma es como un truco, como un juego de manos que nos saca a
nosotros mismos del sombrero, nos exhibe y nos hace desaparecer de nuevo en la
niebla de una línea. ¿Me ves?; no me ves.
Ese
fue uno de los muchos pensamientos que se me ocurrieron el jueves 12 del
corriente, en la caseta de ViveLibro, mientras les dedicaba mi nueva novela, “Palabras
mayores”, a los lectores que me buscaron por la Feria del Libro de
Madrid.
Foto: Concha Martín del Pozo
Pasé
una hermosa tarde entre charlas, dedicatorias y pensamientos. Como
comprenderán, aunque anduve perdida más de una docena de veces en la espesura
de mis garabatos, me sobró tiempo, también, para desbrozarlos y sacar alguna cosa
en claro. Entre un lector y otro, me recordé a mí misma hace veinte años, en la
caseta de Libertarias Produphi,
cuando firmé “La casa del manzano”. O
en 2008, y en otras seis ferias consecutivas, dedicando “Estás en la luna” con la
editorial Kalandraka…
Nos vamos dibujando en lo que hacemos, igual que nuestro nombre en cada
firma. El trazo de esa rúbrica es la vida, que corre como tinta (más o menos legible;
más o menos espesa) de obra en obra.
En
mi adolescencia pensé que mi firma era muy infantil, así que, de repente, la
cambié por otra. A esa edad, no quería parecer una niña… ¡qué boba! Dicho y
hecho. Aquel día, se bifurcó mi letra y, ya, hasta hace poco, en vez del
infinito que trazaba al firmar, empecé a excavar pendientes que caían hacia
atrás desde mi nombre y que se levantaban luego hacia el futuro, en irrefrenable
e impulsiva orogenia. No quiero parecer un bicho raro, pero la desenvoltura con
que sacudí la fuente de mis letras me engañó incluso a mí misma. Había una Carmen nueva en aquel estallido… Una
mujer tratando de trazarse a sí misma desde los trallazos del rabo de la ene. Montalbánnn. ¡Zas! Ahí queda. Ahí quedó,
en multitud de papeles… ¿Qué valor tendrán aquellos documentos?
Porque,
de repente (otra vez, otro año, otro día), decidí que tenía que volver a firmar como lo haría
sonámbula. ¿Cómo firma una amnésica? Démosle libertad a la mano, a ver si ella
coge las riendas de la pluma y me identifica… Pues sí, volví a mi antigua rúbrica,
que volvió a arropar mi nombre con aquel algodonoso, eterno y cálido símbolo de
infinito. Infantil para siempre. Creo que es lo que pasa cuando te haces vieja.
Fue
cuando renové mi DNI. Después de volverlo a firmar, sin pensarlo, con aquellas
lazadas infantiles, me costó papelear en el banco, para que admitiesen allí aquellos
nuevos-viejos derroteros de tinta. Tuve que ir a firmar, en presencia de varios
empleados; de esta forma y de la otra. “En el futuro” –dije... Me quedé
pensativa un momento, y añadí: “En el futuro PRÓ-XI-MO, firmaré de esta forma”.
Mis ojos se iluminaron observando mi firma enorme, que ocupaba toda la hoja. Miré
mi rúbrica infinita infinitamente feliz. Deseaba firmar otra vez, en cualquier
papel inútil. ¡Qué liberación!
Todo
eso recordé la tarde del día 12, mientras firmaba (o mientras no lo hacía), en
la Feria del Libro de Madrid.
No hice
fotos aquel jueves, pero he recibido imágenes de los lectores que pasaron por
allí a que les dedicase “Palabras mayores”. Las aprovecharé, con su permiso, para
dedicarles mi novela a ustedes y
desearles una feliz lectura. Con mi cariño y mi deseo de que disfruten del
verano.
¿Cómo
quieren que firme esta dedicatoria?, ¿con valor y firmeza o suavidad infinita? Me
siento un poco “enreda” esta mañana, así que permítanme que lo haga, sólo por
una vez, con un graffiti… ¿Otro
cambio de firma? ¿Otro juego de manos? En esta ocasión, no. No me busquen
detrás del espray de ningún muro. Mejor, léanme en papel.
Nos vemos el día 2 de agosto en Casa Antón, en Cuerres (Ribadesella,
Asturias), donde podéis adquirir vuestro ejemplar de “Palabras mayores”.
en Esebook,
o encargándola en cualquier librería, pues se edita
bajo demanda.
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