Mi
hijo, que iba a participar por primera vez con una orquesta ajena al Conservatorio en
el que estudia Cuarto de Violín, me había echado el programa por debajo de la
puerta del cuarto de baño, cuando ya me duchaba para el concierto.
– ¿Ópera? –gorgoriteé para mentalizarme. Yo no creo en la obra de arte total que Wagner proclamaba. Embutiendo música, poesía,
teatro, canción, danza y artes escénicas, puede acabar saliendo una morcilla. ¿Cómo
digerir en el mismo bocado el teatro y el bel canto si las voces se educan con
los años; en proporción inversa a la juventud que exigen muchos de los papeles
protagonistas? ¿Quién cree en una muchacha de la edad de mi abuela? ¿Puede
alguien confiar en el discurso de una delicadísima doncella si la prima donna que la representa pesa ciento
veinte kilos?
– Sigue cantando tranquila, Valquiria –me calmó mi hijo, desde el
pasillo–. Vas a oír a la Orquesta Iuventas y a la Federación de Coros de Madrid en una
selección de PIEZAS DE CONCIERTO de
nueve grandes óperas románticas. Verdi y Wagner, ¿recuerdas?
Rubén
Fernández y la Orquesta Iuventas. Foto Iuventas
– ¡Señor,
piedad! ¿Wagner? –soplé, con un aire
de crudo lamento.
Wagner
fue un personaje polémico ya entre sus contemporáneos. Para Debussy era un
«viejo envenenador»; para Mahler, un genio. En cuanto a mí, me quito el
sombrero a la segunda nota, pero no me libro de la idea de Hitler hasta sacudir la cabeza un
buen rato. Antes de escuchar su música,
me peleo con esa asociación mental. Es mi lucha. “Que Hitler le aplaudiese no
lo convierte en Führer”, voy metiéndome en razón. Por muy reaccionarias que fuesen
sus ideas políticas, renovó la ópera. Es Wagner quien relacionó temas con
personajes y comenzó a emplear el leitmotiv que tanto usa ahora el cine. Gracias a esa innovación, hoy no es
preciso ver al “Tiburón” para saber que el peligro se acerca. La literatura le
debe mucho: corriente de conciencia, escalofrío gótico, simbolismo místico… Su
música inspira a artistas de todos los campos y de todos los tiempos. Marcel Proust,
Thomas Mann, Joyce, Eliot, Renoir…
“Si
los nazis no se hubiesen apropiado de sus obras para hacer propaganda de un
partido capaz del exterminio, Hitler no se habría adherido a Wagner como una
mancha de sangre”, me di un jabón también el día del concierto. Luego, sacudí la
cabeza como un perro mojado, y me puse a canturrear. La donna è mobile.
También Verdi se asocia
a ideas políticas (en su caso, positivas). La palabra VERDI surgió como acrónimo clandestino,
uniendo la primera letra de las palabras «Vittorio Emmanuele Re D'Italia» que el compositor empleó para saltarse la censura austríaca. Nabucco, su “obra judía”, se percibía como un canto
contra la opresión extranjera. Va, pensiero se convirtió en
símbolo de un movimiento de la unificación porque el público italiano se
identificó con esos israelitas esclavizados que echaban de menos su tierra
natal. También Gloria all'Egitto se “politizó” al adoptarse como himno nacional
de ese país… En el estreno de Aida en el Cairo, en 1871, Verdi
tuvo que salir a aplaudir 32 veces.
Y
aquí estaba yo, en Madrid, 142 años después de aquella representación, preparada
para aplaudirles a él y a Wagner, en el bicentenario de sus nacimientos… Y,
claro está, a mi hijo, de diecisiete años, que tocaba por primera vez en el Auditorio Nacional. Mi entrada estaba en el bolso rojo.
El Auditorio Nacional antes del Concierto. Foto: Carmen Montalbán
Mientras
hacía cola en la puerta, me preguntaba cómo enfocaría mi blog para que, guardando las debidas
distancias, diera una idea del concierto que me disponía a oír. ¿Cómo conseguiría
yo hablar de ópera? Causaría más destrozos que el caballo de Atila. ¿Reescribir
partituras? Peor. Para acomodarme al tono, se me pasó por la cabeza ponerme en
plan soprano y cantar mis impresiones. Eso sería exponer a mis visitantes a cacofonías horrendas, pero conquistarían la palma del martirio.
¡Mio padre! Matarles
a espadazos no sería tan cruel, sonreí.
El
lleno era absoluto. Mi asiento estaba en Tribuna, sobre los Bancos del Coro. Vería
de cara a Rubén
Fernández, el director. Ascendí
a mi trono dorado pensando en lo que había leído sobre él recientemente. Se formó en el Conservatorio Superior de Madrid y en el Robert Schumann Institut de Düsserldorf. Además de dirigir la Orquesta Iuventas, es director titular de la Orquesta de Cámara Ciudad de Cáceres. Profesor en el Conservatorio Arturo Soria de Madrid y de la Escuela de Música “Arcos”. Yo me había interesado últimamente por su función en el equipo de “Acción Social por la Música”, una organización
sin ánimo de lucro que crea orquestas y coros para ayudar a niños en riesgo de
exclusión social. Esta asociación sigue los métodos del Sistema
de Orquesta y Coros Infantiles y Juveniles de Venezuela. No conozco el trabajo de los profesionales venezolanos, pero me
interesan lo mucho los beneficios psicológicos de la música. He visto hace
poco, por ejemplo, la afición de los niños y niñas de Cateura, Paraguay,
gracias a la dedicación de Favio Chavez, director de la Landfill Harmonic.
Noté
y agradecí la afición pedagógica de Rubén desde sus primeras palabras. Subió a
la tarima y nos presentó las piezas, empezando la Obertura de Los maestros cantores de Nüremberg,
la única ópera cómica de Wagner. Introdujo los instrumentos que iban a
interpretar su melodía e hizo que cada familia interpretase el motivo por
separado, para que lo reconociéramos luego. Hizo sonar los violines, las
trompetas, los oboes y los clarinetes. Habló del contrapunto. Mostró los
violonchelos, los contrabajos, el trombón, la tuba y los fagots que iban a
marcarlo en la línea del bajo. Los dirigió del derecho y del revés, para que
entendiésemos el movimiento contrario, y
desplegó los leitmotiv que actuarían como motor de la pieza y nos orientarían dentro de la obra…
A la espera. Foto Carmen Montalbán
Tosí,
como los demás, para no toser luego. Después, de repente, todo se oscureció. En
aquellos instantes de noche antes del sol, me preparé para escuchar a Wagner.
No quería pelearme otra vez con mis asociaciones mentales, así que me dije que,
si hasta en Israel hay una asociación wagneriana, será porque su música no es chin
pun, chin pun. Respecto a mi blog,
pensé que, quizás,
el secreto estuviera en ponerme romántica,
al más puro estilo del culebrón: identidades secretas, promesas traicionadas, amores
fatales, profecías del infierno… Ya veré cómo lo enfoco mañana. Lo oiré y veremos.
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