jueves, 4 de agosto de 2011

“El Principito”, Antoine de Saint-Exupéry


"Cuando yo tenía seis años vi en un libro sobre la selva virgen que se titulaba “Historias vividas”, una magnífica lámina. Representaba a una serpiente boa que se tragaba a una fiera.
         En el libro se afirmaba: “La serpiente boa se traga su presa entera, sin masticarla. Luego ya no puede moverse y duerme durante los seis meses que dura su digestión”.
         Reflexioné mucho en ese momento sobre las aventuras de la jungla y a mi vez logré trazar con un lápiz de colores mi primer dibujo. Mi dibujo número 1 era de esta manera:


            Enseñé mi obra de arte a las personas mayores y les pregunté si mi dibujo les daba miedo.
           ¿Por qué habría de asustar un sombrero? me respondieron.
         Mi dibujo no representaba un sombrero. Representaba una serpiente boa que digiere un elefante. Dibujé entonces el interior de la serpiente boa a fin de que las personas mayores pudieran comprender. Siempre estas personas tienen necesidad de explicaciones. Mi dibujo número 2 era así:


            Las personas mayores me aconsejaron abandonar el dibujo de serpientes boas /…/.
         Tuve, pues, que elegir otro oficio y aprendí a pilotar aviones. /…/.
         (A lo largo de mi vida) Cuando me he encontrado con alguien que me parecía un poco lúcido, lo he sometido a la experiencia de mi dibujo número 1 que he conservado siempre. Quería saber si verdaderamente era un ser comprensivo. E invariablemente me contestaban siempre: “Es un sombrero” . Me abstenía de hablarles de la serpiente boa, de la selva virgen y de las estrellas. Poniéndome a su altura, les hablaba del bridge, del golf, de política y de corbatas. Y mi interlocutor se quedaba muy contento de conocer a un hombre tan razonable.”
                                                      El Principito”, Antoine de Saint-Exupéry, Capítulo I.           

LA ROSA QUE SE ESCONDE EN EL CORAZÓN DE UN LIBRO

Cuando era casi una niña, un profesor de literatura abrió un libro en el colegio, tapó con la mano la mitad inferior de la página y me preguntó: “¿Qué crees tú que representa este dibujo?”. Aunque yo entonces no lo sabía, era el dibujo número 1 de Saint-Exupéry en “El Principito”. Lo miré parpadeando con nerviosismo y estuve a punto de responder lo que habría respondido una persona mayor ─“Un sombrero”─; sin embargo, la boa me miró, me hizo un guiño, y me escuché decir, en un susurro: “No sé qué clase de bicho es, pero acaba de pegarse un atracón”. Yo no sabía nada tampoco de serpientes boa (en mi pueblo no las ha habido nunca, que yo sepa) y creo recordar que me sentí ridícula al escuchar risillas a mi alrededor, pero ahora sé que el ojo de la boa me salvó. Si la boa no me hubiese mirado, yo también la habría confundido con un sombrero y habría dejado de ser niña.
Desde entonces, he entrado en muchos otros libros y he buscado en ellos, con los ojos limpios de la infancia, el guiño que me hizo aquella boa; porque, incluso los libros más realistas son capaces de sacar boas y elefantes de lo que, a primera vista, no parece más que un sombrero… En caso de ser un sombrero, supongo yo, la literatura es la chistera de un mago en cuyo interior, como mínimo, encontraremos siempre alguna flor.
En fin que, Saint-Exupéry (uno de mis “magos” favoritos) quizás no consiguió convertirse en un gran dibujante, pero se convirtió en un buen aviador y en un escritor magnífico. He volado con él muchas noches por las atmósferas idílicas de “Vuelo nocturno” (con las impresiones que esas atmósferas causaron en mí, inauguré este blog). En esa otra novela, el autor habla de los pioneros de la aviación, que viajaban en máquinas muy líricas, sí, pero muy rudimentarias. Cuando pienso en que aquellos pilotos se jugaban la vida para transportar el correo y en lo rápido que es ahora, con las nuevas tecnologías, escribir y recibir mensajes, me pregunto con qué clase de Principito se encontraría el piloto narrador de “El principito” si su avión se averiase hoy.
Hoy, seguramente, el aviador de “El Principito” se encontraría con un niño conectado a Internet, perfectamente capaz de no parecer perdido ni en el Sahara ni entre los agujeros negros del ciberespacio; un niño con teléfono móvil, MP5, Ipod, auriculares… Hoy, seguramente, el Principito sería capaz de encontrar en la red un mecánico para el avión de su amigo y un cordero para que habitase, con él y con la rosa de su corazón, en el asteroide B612. Hoy, seguramente, antes de conocer a los demás personajes, El Principito habría chateado con el rey, con el vanidoso, con el borracho, con el hombre de negocios y con el geógrafo…
Sí, casi seguro, pero el espíritu de ese Principito seguiría siendo el mismo, porque nuestros pequeños Príncipes de hoy día siguen siendo, sencillamente, niños; siguen haciendo preguntas llenas de inocencia y de sabiduría; siguen viendo el cordero que hay dentro de la caja y el elefante que hay dentro de la boa; y, si nosotros no los vemos, les pintan ojos con los dedos en la pantalla líquida de su fantasía, para hacernos un guiño salvador desde el remoto reino de la infancia…
Dibujo número 2”, Carmen Montalbán

No hay comentarios: