martes, 11 de noviembre de 2008

“Consideraciones psicoanalíticas sobre el universo cinematográfico de Pedro Almodóvar”, Magdalena Calvo Sánchez-Sierra

Magdalena Calvo analiza en este artículo ─publicado en el Nº 51 de la Revista de Psicoanálisis de la Asociación Psicoanalítica de Madrid, (APM)─ los orígenes del director de cine español Pedro Almodóvar; las influencias que el mundo femenino y el masculino ejercieron en su infancia, y el reflejo de estas vivencias en su cine.



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LOS DUELOS DE ALMODÓVAR

En la película “Volver” (2006), las mujeres pasan las horas muertas arreglando tumbas. Las flores se van mustiando y, con ellas, mueren también los cuerpos. Los espíritus se evaporan; son arrastrados por ese viento que desquicia a la gente y hace que la vida se vaya volando.

Siempre he recordado esa falta de dramatismo en los rituales que se organizan alrededor de la muerte. Y es ahí donde he querido volver en mi madurez”, comenta Almodóvar.

Aunque también los hombres velan a sus muertos, ellos están excluidos de su horizonte cinematográfico. Ayer, una pata de jamón les golpeó en la nuca ("Qué he hecho yo para merecer esto”, 1984); hoy, les atraviesa un cuchillo de cocina y son albergados en un frigorífico ("Volver").


En la infancia de Almodóvar circulaba por el pueblo el rumor de que el abuelo ─muerto por accidente─ esperaba que sus promesas fueran cumplidas por otro. Esto nos recuerda la hipótesis freudiana de que los estados de duelo son caminos para afrontar el dolor ante las pérdidas. En los duelos que no pueden llevarse adelante, la persona queda enlazada al objeto perdido que, en estos casos, no permanece ni vivo ni muerto.

Si algo quieres de la muerte, pregúntale”, nos propone Almodóvar (“Hable con ella”, 2001). La muerte puede adoptar el cuerpo de una joven en coma o ser la presencia siniestra de una madre que falleció, pero que sigue ─como un “mortífero objeto vital”─ albergada en el hijo. El trabajo del duelo en el protagonista no se ha realizado; Benigno sigue enlazado a su madre y sólo puede vincularse a mujeres en coma: muertas vivas.

En “La ley del deseo” (1986), una psicóloga, imparte un curso a los médicos para enseñarles a comunicar a los familiares la muerte cerebral de un ser querido. Otra versión del mismo drama (aprender a comunicar una pérdida) aparece en “Todo sobre mi madre” (1999).

No podía aceptar la muerte”, dice Almodóvar; “sólo la comprendería si la hacía formar parte de la vida”.

Almodóvar inicia la articulación de la muerte y el sexo en “Matador” (1985) y en “La ley del deseo” (1986). Eros y Tánatos.

No es casual que la muerte palpite en su obra, ya que ─gracias a su creatividad─ se mantuvo como un náufrago sobre los restos de los movimientos de los 80. Por ello, elogia el kitsch, el cómic-strypes, la tragedia, el melodrama, las drogas, lo siniestro y lo marginal. Todo ello aderezado con la evocación de la muerte y el esperpento.

Su filmografía habla de conflictos e identificaciones… En “Volver” pesa un secreto. Paula, hija de un incesto, nos remite a un conflicto que viene de atrás (Haydée Faimberg, 1988). La madre de Paula mete en el frigorífico a su marido asesinado ─que abusó de su hija como abusaron de ella─. Así, el conflicto hiberna.

Los otros en nosotros invaden la vida, como parásitos. Son los fantasmas de identificación inconsciente (A. Mijolla, 1986) por los que una persona se hace depositaria de historias traumáticas de sus antepasados (asesinatos, incestos…). Son los duelos encriptados de N. Abraham y M. Torok (1978). Estas prehistorias familiares se mantienen reprimidas y distorsionadas por el paso del tiempo.

Almodóvar habla de lo propio centrado en las emociones. Las tragedias míticas, los amores desesperados, las pasiones desbocadas, la ternura y la abnegación son temas que desea exponer reiteradamente.

Emigró a Madrid con 16 años. Su procedencia social condiciona su estilo. Su temática está relacionada con los movimientos sociales, con los flujos migratorios del campo a la ciudad y con la pérdida de raíces.

En sus últimas épocas, Almodóvar traspasa el umbral de los patios manchegos, donde reinan las mujeres y discurre lo cotidiano. Es una metáfora del universo femenino. “Hable con ella” se adentra en una gigantesca vagina y nos sitúa, como espectadores, en una dimensión idealizada del objeto materno. Nuevamente, hablamos de la compleja elaboración de los duelos, cuando el deseo es regresar al origen, al Nirvana.

En el artículo de Magdalena Calvo vemos que el niño Pedro construye su imaginario dentro del universo femenino de los patios de su pueblo, mientras las mujeres cosen y cantan. Luego, vemos al niño recién emigrado y a la familia empezando de nuevo; primero, en Orellana la Vieja; después, en Cáceres. Es ahí, a sus ocho años, donde el futuro cineasta ve “Los diez mandamientos” y descubre el placer del cine.

Su pasado azaroso le impulsa a hablar con acidez y ternura de los desterrados: prostitutas, travestidos, pederastas, madres de asesinos, psiquiatras trastornados, mujeres al borde de un ataque de nervios…

Almodóvar se crió entre mujeres. Su madre lo llevaba de patio en patio, leyendo y escribiendo las cartas de un colectivo analfabeto. Lo femenino era, para él, vital y barroco; un mundo cuajado de narraciones, lamentos, dramas ocultos. Tal vez por eso crea historias sobre mujeres rotundas que se parten el pecho para salir adelante. Y sobre mujeres idealizadas, redentoras y humilladas, trazadas con una maldad pueril: sor Rata de Callejón, sor Perdida, sor Estiércol…

Más complejo parece haber sido para el director el mundo masculino. Don Antonio el arriero, su padre, condenado a viajar por su oficio ambulante, pasaba poco tiempo en casa.

Es evidente que mis películas con hombres son implacables con los personajes. /…/ Un psicoanalista debería decir a qué responde esto

Para Freud, los destinos de nuestra existencia quedan determinados de forma variable por el azar de las constelaciones maternas y paternas.

Entre los 40 y los 50, uno se detiene, mira adelante y hacia atrás. El resultado de ambas miradas son mis dos últimas películas, “La mala educación” y “Volver”. En las dos evoco mi infancia”.

Durante diez años, al autor le obsesionó el guión de “La mala educación” (2003). Fueron años de sufrimiento creativo, en los que trató de expresar vivencias del colegio, soledad, desarraigo...

Según Freud, la naturaleza otorga al artista la facultad de expresar sus más secretos sentimientos, ignorados incluso por él mismo. Pero las impresiones del creador han de pasar por profundas transformaciones para aportar algo artístico. Así, Almodóvar, tras un inicio más disperso, articula sus recuerdos y su forma de expresar la alegría y el dolor. Sus procesos creativos se encadenan y expanden; forman un estilo propio. Porque volver sobre lo mismo no es el retorno del inconsciente a un principio de inercia, sino el intento de resolver un enigma.


Recorte del artículo de Magdalena Calvo Sánchez-Sierra (2007) Consideraciones psicoanalíticas sobre el universo cinematográfico de Pedro Almodóvar”, en Revista de psicoanálisis de la APM, Nº. 51

1 comentario:

BOX8 dijo...

Me ha gustado mucho tu blog, con tu enfoque tan personal sobre las obras que lees. Me ha interesado mucho este enfoque psicoanalítico sobre la obra de Almodóvar, ya que me parece muy evidente que ese componente está en todas sus películas. Lo cierto es que no he visto su última película todavía.
Enhorabuena por el blog!! es realmente un placer leerlo.
Muchos besos.